Ángulo Muerto
En un momento como el actual, donde el bullying ocupa titulares y convive con nosotros como una realidad dolorosa, “Ángulo Muerto” aparece como una obra especialmente necesaria. El cortometraje no solo aborda el acoso escolar desde sus consecuencias más devastadoras, sino que pone el foco en el impacto que tiene en el entorno familiar. La historia se sitúa después de la tragedia, cuando ya no hay marcha atrás, y es ahí donde encuentra su fuerza: en mostrar el vacío, la incomprensión y el duelo silencioso.
Sin embargo, lo más interesante del cortometraje es que no se queda únicamente en el drama o en el retrato del dolor. Hay un giro narrativo que le aporta una dimensión diferente y que hace que la historia trascienda la anécdota y se convierta en una obra diferente a lo que puedes esperar, un giro del que no se debe hablar, pero que eleva el resultado final y en parte incluso lo cambia de genero.
La puesta en escena se alía perfectamente con este enfoque. Se trata de una propuesta sobria, contenida, donde cada elemento visual parece calculado para sugerir más que para mostrar. La dirección sabe cómo aprovechar los espacios vacíos, los silencios y las ausencias, haciendo que el espectador se sumerja de lleno en el sufrimiento que está viendo.
Pero si algo termina de sostener la potencia del cortometraje son sus intérpretes. Eva Llorach y Carlos Santos ofrecen dos actuaciones muy potentes, llenas de matices y silencios significativos. No necesitan grandes diálogos para transmitir el dolor de unos padres que ya no tienen respuestas. Es en sus miradas, en la forma en la que habitan los espacios, donde se entiende todo. Su trabajo es el que permite que la historia realmente llegue, cale y permanezca.
Una obra muy redonda y recomendable, que está pre seleccionada para los Goya y los Oscar 2025. Espero que se lleve más premios de los que ya tiene, porque se los merece.