Un noir con Hugo Silva y Megan Montaner dirigido por Gracia Querejeta? Suena bien, pero por desgracia el resultado final queda bastante lejos de lo que podría esperar.

Pablo decide bajarse del tren en la estación de un pueblo de mala muerte, comprarse un viejo y destartalado piso frente a las vías y comenzar a vivir como si no fuera el reconocido arquitecto que en realidad es. Tal vez esté huyendo de alguien, o de algo, o incluso de sí mismo. En el pueblo, todo parece estancado, excepto Raluca, una mujer optimista abierta a las sorpresas que pueden cambiarte la vida para bien. Ella decidió confiar en su suerte, aunque la vida no siempre le presente su mejor cara.

Aunque la premisa es interesante, la película no termina de funcionar en su conjunto. Hay buenas intenciones, un enfoque contenido y ciertos destellos en los diálogos, pero la narración avanza con altibajos que impiden una conexión real con la historia. El ritmo, a ratos pausado y a ratos forzado, diluye la fuerza del relato.

A nivel interpretativo, los actores cumplen con solvencia. Hay química en pantalla y se nota el compromiso con los personajes. Pero incluso con esas buenas actuaciones, la película transmite la sensación de que le falta algo: quizá más profundidad emocional, quizá un mayor riesgo narrativo o simplemente un pulso más firme en la dirección.

La buena suerte es una de esas películas que dejan un sabor agridulce: se ve con interés, se aprecia el trabajo detrás, pero al terminar, queda la sensación de que todo podía haber llegado mucho más lejos.

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