Lee Chang-dong regresa a la dirección tras ocho años de parón, con una potente película basada en un cuento de Murakami que pertenece a esa lista de películas que no sabes muy bien que pintan en el Festival de Sitges a parte de ser asiática, pero que no me quejare porque me ha gustado mucho.

Un repartidor se reencuentra con una amiga de la infancia y al regreso de ella de un viaje a Africa, vuelve con un chico al que ha conocido allí que se integrará en sus vidas de una extraña manera.

Todo en esta película me ha gustado, la actuaciones, la fotografía, la música, el ritmo, la historia… ninguna queja para una de las mejores películas asiáticas del año, que transmite sentimientos y sensaciones sin palabras, de esa manera que tan bien saben hacer la películas coreanas.

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